Me pongo la música y me dejo llevar. Me pongo Yann Tiersen y dejo que mis dedos deslicen el boli, o tecleen estas letras que dan sentido a la nada, a mi nada más personal. Hacía tiempo que la música no me llevaba lejos, llevo tiempo sin saber cuál es mi instrumento, hace un mes que no relleno una página en blanco y hace aun más que no me tumbo a pensar sin más, mirando el techo blanco y las paredes moradas, o rosas o beiges, como en este caso. El morado de aquel tiempo me desquiciaba, quizás por eso lo miraba más frenéticamente. Y es que si no nos paramos por nosotros, ¿quién nos va a obligar a detenernos? Esta frase por si sola carece de sentido, o el sentido es simplemente el opuesto, "nadie tiene que pararnos jamás", pero no es verdad. A veces es mejor que alguien nos cuestiones por qué vamos tan rápido, sin ni siquiera mirar al cruzar la calle, a veces es realmente importante que nos detengan para mirarnos a nosotros mismos, por dentro, para sanarnos, para quere