No son palabras tristes

Cuando el tiempo se torna a gris, mi mente parece blanca, pero siempre hay una excepción, esa que marca la regla.

Días nublados, ojos lluviosos. Días lluviosos, sentimientos nublados.

A veces la verdad duele, duele tanto que sientes como si las palabras fueran una bomba que se acerca a ti, entra por tu boca y entonces explota.

No sé bien qué decir. Tienes la razón. Asiento. Agacho la cabeza. Antes de que te des media vuelta estaré empapando pañuelos de papel.

Nuestras decisiones, esas que elegimos nosotros mismos, tienen consecuencias y más cuando el mundo habla a tu alrededor sin parar y tú no quieres escuchar, nada más ¡basta!

No será lo mismo, ya nunca será lo mismo, pero será diferente y la diferencia marca el cambio, el progreso.

Tengo la ilusión enfrente y mis sueños al lado, tenía dos opciones, caminar y seguir o quedarme sentada disfrutando de dulces melodías.

Nadie nunca dijo que el sendero elegido sea fácil. Como decía mi princesa, Vicky (la única princesa que he visto a lo largo de mi vida), hay que seguir, sin perder el bolso de cachemir, pues siempre nos puede servir de almohada para descansar y volver a emprender el paso el día siguiente. Y justo eso hago. Aunque a veces se me caiga el bolso, lo vuelvo a coger siempre. Y es que a mí, me encanta descansar.


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